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MARCANDO SU CAMINO, Arborglifos vascos en Sierra Nevada
22 de julio de 2021 - 19 de septiembre de 2021
"A principios del siglo XX, los pastores vascos tallaban figuras en los álamos temblones. Esta exposición presenta una colección de calcos tomados de estos arborglifos.
Los bosques de álamos temblones son las galerías más insólitas. En lo alto de las remotas praderas de Sierra Nevada hay obras de arte escondidas por artistas inesperados e involuntarios. Figuras desnudas, animales, nombres y fechas, escenas eróticas, retratos y perfiles fueron cuidadosamente tallados en la blanca y lisa corteza de árboles jóvenes por pastores vascos durante el siglo XX. La mayoría de las tallas conocidas se crearon en las décadas de 1930 y 1940, en pleno auge de la industria ovina en el Oeste americano. Utilizando cuchillos o clavos a modo de lápices, estos artistas tallaban una línea fina para no dañar el árbol y conseguir el efecto deseado con el tiempo; a medida que los álamos crecían en altura y grosor, también lo hacían las líneas de las tallas. Estos pastores, muchos de los cuales acababan de llegar de la tierra vasca de los Pirineos en España y Francia, dejaron literalmente su huella en el Oeste americano, dejando caer imágenes sobre los árboles como un reguero de migas mientras conducían rebaños de ovejas por la espina dorsal de cordilleras desconocidas.
Los grabados en los álamos, a menudo denominados arborglifos, estaban destinados a ser vistos por otros pastores y, cuando los encontraban los excursionistas o los guardabosques, no se les atribuía ningún significado cultural, histórico o artístico. No fue hasta finales de la década de 1960 cuando los álamos embellecidos empezaron a despertar cierto interés en los círculos académicos. En una conferencia celebrada en Reno en 1969, Jean y Philip Earl conocieron la existencia de los arborglifos que languidecían en las profundidades de las montañas salvajes. Intrigados, empezaron a buscar activamente lo que primero denominaron "galerías vivientes" y a experimentar con métodos para registrar y conservar las imágenes que encontraban (la muselina y la cera negra resultaron ser las mejores herramientas para el trabajo).
Los Earls dedicaron 40 años a crear un archivo de las tallas, cuya existencia estaba inextricablemente ligada a la vida del árbol en el que se grabaron. En resumen: cuando el árbol moría, también lo hacía el arte. "La sensación de pérdida que sentíamos por estas imágenes familiares fue lo que nos llevó a buscar una forma de conservarlas", explica Jean. En total, los Earl realizaron más de 135 calcos de cuatro arboledas distintas de la alta Sierra. Arte y Cultura El Dorado ha seleccionado los más llamativos para exponerlos en la Confidence Firehouse Gallery de Placerville. Marcando su rastro: Arborglifos vascos de Sierra Nevada celebra la singular historia de la inmigración en el Oeste americano y de una cultura diaspórica que, al navegar por el nuevo terreno, creó un lenguaje visual único utilizando el propio paisaje como medio de expresión".