Acerca del cine vasco

Mientras tanto, las delicias distintivas de la hospitalidad vasca llevaron a la creación del Festival de Cine de San Sebastián en 1953, al que siguieron varios festivales de cortometrajes y documentales. Los documentalistas vascos trataron de expresar el contraste y la discordia que definían su relación con la centralizada industria cinematográfica franquista y, aunque privados del euskera, su yuxtaposición de sonidos e imágenes creó un lenguaje de conflicto equivalente que culminó en la introspectiva Ama Lur (1968). Realizada el mismo año en que se produjo la escalada de violencia que ha ensombrecido el desarrollo del País Vasco moderno, Ama Lur inspiró a muchos, tanto política como artísticamente, hasta el punto de que, tras el final de la dictadura, el primer gobierno autónomo vasco dedicó rápidamente el 5% de todo su presupuesto a la tarea de construir la nación mediante la reactivación de la industria cinematográfica autóctona.

Siguieron muchas epopeyas de época, realizadas por cineastas que aprovecharon las generosas subvenciones, y surgieron nuevas productoras. La serie de documentales Ikuska, realizada por Bertan Filmeak, sirvió de aprendizaje a figuras como Imanol Uribe, cuya progresión a través del documental, la recreación y la ficción dominó, influyó -y podría decirse que sesgó demasiado hacia el terrorismo- la representación cinematográfica del País Vasco. Otras aproximaciones a temas y preocupaciones sociales vascas, como la drogadicción y la alienación urbana, sugieren el carácter universal de estos problemas; pero el optimismo, aunque escaso, no está reñido[/vc_column_text].

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