Acerca del cine vasco

(Un extracto de Rob Stone, del British Film Institute)

La polémica suscitada por El baile vasco de Julio Medem: la piel contra la Piedra es sólo el último combate en la lucha por representar y explorar la identidad vasca en el cine. Los primeros relatos de viajes celebraban un paisaje y un patrimonio únicos que habían engendrado una raza indomable, y esta noción romántica de una nación histórica, lingüística y culturalmente aislada en la Europa continental, con provincias que se extendían a ambos lados de los Pirineos, también encantaría a escritores y cineastas extranjeros como Orson Welles.

Sin embargo, tras la Guerra Civil española (1936-39), la hagiografía se vio contrarrestada por las políticas y tácticas opresivas de la dictadura franquista (1939-75), que prohibió el derecho de reunión y el uso del euskera, y empujó a los disidentes a los cineclubs privados que eran una tapadera para el debate político. En consecuencia, la unión del pensamiento y la acción políticos con la teoría y la práctica cinematográficas propagó una fe contundente en el cine documental como instrumento de registro y propaganda.